César Vásquez, el ministro de baja estatura pero alto ego, ha llegado a Cajamarca no para servir, sino para ser servido. Su llegada, marcada por la colocación de la «primera piedra» (y la segunda, la quinta, y la incontable) de hospitales, parece más una puesta en escena cuidadosamente orquestada que una genuina muestra de compromiso. ¿Acaso alguien cree que la cantidad de piedras colocadas es inversamente proporcional a la eficiencia en la construcción? Yo, sinceramente, dudo mucho de ello.

Su estrategia es tan simple como efectiva: comprar aplausos. Mientras la «coleguita » Gloria busca incautos con pancartas y ramos de flores, sus «chacales» azuzan a la multitud para que lo carguen en hombros como a un ídolo. Un espectáculo digno de un circo romano, donde el pan y los juegos son reemplazados por promesas vacías y aplausos comprados. La ironía es que, mientras Vásquez disfruta de su momentánea gloria, los verdaderos problemas de Cajamarca siguen sin resolverse.

¿Errores domésticos? Así llama el ministro a los quince fallecidos en Pataz a manos de organizaciones criminales. ¿Errores domésticos? Igual que la designación de prefectos y subprefectos, gracias a las «cartas abiertas» que su hermana y su cuñado reciben del Ministerio de Salud. La transparencia brilla por su ausencia, reemplazada por una red de favores y nombramientos que parecen sacados de un guion de película de mafiosos. ¡Qué casualidad que la familia de Alianza para el progreso estén tan bien conectada!

El cambio de bando de Vásquez, de idolatrar a Pedro Castillo a defender a Dina Boluarte, es una muestra de su pragmatismo político sin escrúpulos. Su lealtad es tan volátil como el viento, cambiando de dirección según convenga a sus ambiciones. Un camaleón político, capaz de adoptar cualquier color para sobrevivir. Su discurso fluido y convincente engaña a los más ingenuos, que lo ven como un salvador. Pero la pregunta es: ¿a quién salva, a Cajamarca o a su propia carrera política?

La pregunta final es simple: ¿queremos un líder que se preocupa más por los aplausos que por el bienestar de su pueblo? ¿Un líder que usa la tragedia como un simple «error doméstico»? La respuesta, espero, sea un rotundo NO. Cajamarca merece algo mejor que un ministro que se preocupa más por su imagen que por su gestión. Y el pueblo, merece dejar de ser tan fácilmente manipulado.

Opinión: Por Juan Carlos Gamonal

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *